-Marcos- preguntó - ¿cómo te encuentras hoy?-
El hombre levantó la mirada y mirándole a través de sus viejas gafas le contestó con voz débil y temblorosa,
-Algo mejor, pero este catarro acabará conmigo un día de estos.
-¡No seas agorero! - contestó Tom cogiendo el libro que Marcos había dejado en la pequeña mesita de madera bajo la ventana. - ¿Huckleberry Finn? ¡Mira que te gusta esta historia!
- Como a ti - repuso el anciano - recuerdo que, cuando eras solo un mocoso, soñabas con recorrer mundo y escapar de tu vida anterior, de la prisión de tu situación. Querías huir rio abajo como el protagonista de la novela y no regresar jamas. Por suerte cambiaste de idea.
-Tú me hiciste cambiar de idea, me enseñaste cómo se debían hacer las cosas y que robar estaba mal. Es por ti que estoy hoy aquí y no muerto de hambre en algún rincón de la ciudad.
-Nah, ¡pamplinas! - exclamó el hombre con una sonrisa de complicidad.
Tom le devolvió la sonrisa y una carcajada se abrió paso por su garganta, adoraba a ese hombre.
-Bueno, ¿hay alguna noticia de interés hoy? ¿O todo sigue igual de tranquilo que siempre?
-Todo está muy tranquilo, la verdad, pero hay algo que me ha llamado la atención, no es nada relevante, sin embargo...
-¡Venga, suéltalo!-exclamó Tom impacientemente.
-Míralo tú mismo - dijo Marcos señalando un periódico que descansaba sobre la gran mesa de madera que presidía la sala.
Tom cogió el periódico y, rápidamente, leyó el articulo marcado por el anciano en una de las páginas centrales del periódico, apenas una reseña, algo casi inapreciable entre los grandes artículos que se habían tomado con mayor consideración. Al terminar de leerlo, levantó la mirada hacia el que consideraba su padre y sonriendo dijo - Empieza el juego.
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